Andrés Burgos, Pilar Quintana y Antonio García y Ford EcoSport.

 

 

FROM MITO TO SOHO: THE FORD COLOMBIAN WRITERS

 

Nada más saludable que reconocer que todo ha cambiado en la literatura colombiana. Nada mejor que aceptar como por fin los escritores han dejado de ser los parias de la cultura, y como los actores de televisión, los novelistas han alcanzado la estatura de las rutilantes estrellas de la política y la delincuencia de cuello blanco. Algo va, ciertamente, de Mito a SoHo, de Jorge Gaitán Durán a Daniel Samper Ospina, algo  a podrido huele en Dinamarca.

 

Como lo saben los instructores literarios de la Universidad Javeriana, la generación que publicó en Mito fue una Generación decapitada. De  intelectuales y artistas sacrificados por la violencia del Laureanismo y las traiciones de Alberto Lleras, amplificadas luego en los casi treinta años de Frente Nacional, inaugurados, precisamente, por quien había hundido en las plazas y el parlamento las reformas de la primera y segunda administración de Alfonso López Pumarejo, entregando el gobierno al partido opositor, en un país que se preciaba de ser de mayorías liberales. No satisfecho con esas perfidias, Lleras Camargo hizo de los sobrevivientes, sirvientas del engendro: centenares de ellos terminaron en los puestos públicos de la escuela de corrupción que hoy padecemos; si querían vivir decentemente tenían que repartir la marrana entre ellos mismos destruyendo, en un cuarto de siglo, el futuro de los colombianos del siglo XXI. A esa camarilla debemos la nación de hoy.

 

Una de las peregrinas tesis de los inventores del Frente Nacional, fue la ampliación del prejuicio de Rafael Uribe Uribe contra las humanidades, quien confundía cultura con conservadurismo, y literatura clásica: griega, romana y española, con las derechas. Uribe Uribe llegó a pensar que los colombianos éramos pobres e ignaros en ciencia y tecnología porque los presidentes versificaban, escribían novelas o eran tremendos oradores. A esto Lleras Camargo agregó la especie, llevada a la práctica en los cinco años de ministerio de ese ágrafo, hoy presidente de la Real Academia de Lengua Colombiana, Jaime Posada Diaz, según la cual había que abolir la historia y la literatura nacionales de las escuelas y universidades para coadyuvar a la erradicación de la violencia conservadora. Porque a pesar de que ahora la mayoría de los colombianos sepan leer y escribir, y quizás puedan usar un diccionario, y se hayan construido 1200 bibliotecas con cien años de atraso en todos los municipios, en plena era de la banda ancha y los ordenadores, nada saben de su pasado y han perdido el ritmo de sus sintaxis y prosodias tradicionales. Los colombianos ya no hablan como los personajes de Carrasquilla, Uribe Piedrahita, Arias Trujillo, Zalamea Borda, Osorio Lizarazo o Caballero Calderón, mucho menos como Úrsula Iguarán o Aureliano Buendía. Hoy todo colombiano medianamente educado habla, escribe y llora como el empresario inmobiliario y negociante en libros viejos Héctor Abad Faciolince, recientemente catalogado por Don Mario Vargas de escribidor. En esas hemos terminado.

 

Porque lo cierto es que desde los años setentas, cuando el mundo cambió para siempre, entre nosotros, tras la aparición de ese cosmos que es la obra de Gabriel García Márquez, sobran dedos de las manos para contar los verdaderos poetas y narradores. Escasamente puede decirse que hay tres o cuatro poetas vivos y otros tres o cuatro novelistas. De nada ha servido el ingente esfuerzo de esa mediocre institución llamada Literaria de la Universidad Javeriana, inventando poetas y narradores para sus editoriales de bolsillo. Hoy, da pena decirlo, sólo podemos reconocer como poetas a Jaime Jaramillo Escobar, Giovanni Quessep, Juan Gustavo Cobo y Antonio Silvera, y como novelas, una de cada una de las creadas por Gustavo Alvarez Gardeazabal, Luis Fayad, Antonio Caballero y Miguel Torres. Ocho artistas, ocho apenas, en los casi 45 años desde la publicación, en Buenos Aires, que no en Bogotá, de Cien años de soledad. Todo el resto ha sido Nadaísmo y Narcotráfico. Nadaísmo, FARC y AUC., los engendros de la corrupción del Frente Nacional.

 

Ahora se anuncia con la trompeta de Isaias el advenimiento de La Novela Cuatro Puertas, financiada por la Ford. Tres majaderos,  --empleados del chistoso millonario Daniel Samper Ospina, sobrino de Ernesto Samper, el inventor de una raposa llamada Ministerio de Cultura, el ente más despilfarrador e inútil de todas las instituciones nacionales, agentes directos de las editoriales españolas y en especial del grupo Prisa, a quienes compran miles de libros, reglas, cuadernos, ordenadores, impresoras, tinta, lápices de memoria, etc., para que se pudran en los sumideros de las fantasmales bibliotecas de los abandonados pueblos del país,  mientras las sin iguales Ana Roda y Melba Escobar cruzan los cielos del mundo, cenan con los “negros”  literarios en las viejas mansiones de Cartagena de Indias y luego danzan en Havana--,  van a practicar EcoSport en tres nuevas Ford 2011.

 

Según se informa, como Jack Keruac en su novela On The Road y Julio Cortázar en Los autonautas de la cosmopista, Antonio García Ángel, Pilar Quintana y Andrés Burgos, los mejores escritores jóvenes de la actualidad, van a pasarla bien en tres lugares distintos de Colombia. Toño cruzará valles, montañas y, finalmente el desierto, para situarse en Punta Gallinas, el extremo norte de Suramérica. Atrás el continente, al frente el inmenso Océano Atlántico. Pili irá desde Buenaventura hasta el Nevado del Ruiz a 4.500 metros de altura, sintiendo como cambia la temperatura del ambiente, la temperatura de la gente y la suya propia de su ardiente cuerpo. Andrés quiere botarse en cuanto charco de agua se encuentre entre Bogotá y el final de la carretera en el Chocó, sin afeitarse apenas, claro, porque es progre.

 

Lo que no dice la prensa es que esta perversión es fruto de la mente arqueada y perniciosa de un loquito que, entre otras excentricidades, disfrazó de apóstoles, Jesucristo y Magdalena a una docena de codiciosos de publicidad y tontos del culo. Que ha convertido la literatura colombiana, pagando millones, en chorradas como Me la tiré por detrás, A mi también me duele después, El ano es lo mejor del mundo, A mi mamá no la preña nadie o Yo soy hijo de un idiota que fue maricón de chiquito.

 

Que todo está mejor ahora en la literatura colombiana, se demuestra copiando cuatro o cinco de los títulos de los artículos, poemas y narraciones que publicó Mito en sus 42 números, precisamente, antes de que una postema llamada José Mario entrara en escena: Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo de GGM, Poesía y declamación de Hernando Téllez, Mito, una revista de una clase moribunda de Darío Mesa, La cárcel colombiana, un lugar de castigo de Álvaro Delgado o La comedia de los errores de Jorge Child.

 

Oscar Collazos, conocido cariñosamente como El Negro, irreductible practicante de La servidumbre voluntaria de que habló Etiene de La Boétie (1530-1563) sostuvo hace poco: “Muchos hemos trabajado en oficios que no nos gustan para poder hacer lo que más nos gusta: escribir… No me escandaliza saber que lo hacen para ganarse lo que no se ganan con la venta de sus obras literarias. Los escritores hacemos a veces cosas deleznables para ganar el tiempo libre que nos permitirá escribir obras con propósitos admirables, pero si somos burócratas no hacemos la apología de la burocracia… Creo en el talento literario de estos tres muchachos, pero me mueve la curiosidad de saber si les van a pagar con plata o en especie.” Y Collazos sabe bien por qué lo dice. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

 

Antonio García Angel [1972], a quien vi una vez frente a Gabriel García Márquez haciendo el pelota con pucheros de genio, estudió en la Javeriana con genios de la lengua como Juan Felipe Robledo, Oscar Torres Duque, Augusto Gabriel Pinilla o Jorge Hernando Cadavid,  y es conocido como El Chico Rolex, porque dizque repasó ortografía y redacción con Mario Vargas Llosa, gracias a una beca del reloj de pulso de los multimillonarios. Hoy es el escritor estrella de SoHo y uno de los ideólogos de esa revista. Pilar Quintana [1972], también Javeriana y caleña como el anterior, ha titulado dos sus novelas  Cosquillas en la lengua y Coleccionistas de polvos raros, lo cual parece retratarla de cuerpo presente, y  Andrés Burgos (Medellín, 1974), es un peque Malpensante y Luis Angel Arango, ha vivido en USA, y ha publicado Manual de Pelea y Nunca en cines. Todos los libros de estos chicos los compran en la Biblioteca Nacional para el Plan Nacional de Lectura y en la Luis Angel Arango.

 

Estos pobres muchachos llegaron a la pubertad y terminaron el bachillerato cuando gobernaron Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria y Ernesto Samper. Es decir Miguel y Gilberto Rodriguez Orejuela, Pablo Escobar, Rodriguez Gacha y los hermanitos Carlos y Vicente Castaño. Todos bajo el manto protector de don Pedro Antonio Marín, de quien ellos, nada saben.

 

La Lengua Viperina, elpais.com, Madrid, 28 de Marzo de 2010.

http://lacomunidad.elpais.com/la-lengua-viperina/2010/3/28/from-mito-to-soho-the-ford-colombian-writers

 

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